Mi vida es la historia del desierto convertido en vergel, que un día llenó de color y de esperanza una tierra olvidad. El mío es un camino repleto de esfuerzo e ingenio desde sus comienzos, de buenos y de malos momentos, de sonrisas y de lágrimas que han recorrido miles de familias durante el último medio siglo.
Mis manos son fuertes y delicadas a la vez; jóvenes y expertas; de hombre y también de mujer; grandes y pequeñas; blancas, más morenas y hasta negras. Son el motor que día a día ha ido dando forma a nuestro entorno. De ellas parte el éxito de una agricultura única en nuestro planeta.
Me llamo Almería y esta es la historia de cómo un día esta tierra se convirtió en uno de los principales centros de producción de hortalizas frescas del mundo. Detrás de este éxito están miles de agricultores, de trabajadores de campo y, por supuesto, sus familias.
A través del arte y la pintura rendimos un merecido homenaje a los auténticos protagonistas de lo que una vez alguien llamó «Milagro Almeriense», pero que más que un prodigio divino ha sido y es un mérito de personas de carne y hueso, como usted y como yo, pero con algo especial que el hiperrealismo nos ayudará a sentir con toda su intensidad.